2012 PABELLÓN BIENAL VENECIA, Italia
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PABELLÓN PARA LA XIII BIENAL DE ARQUITECTURA DE VENECIA
FUMATA BLANCA
Tras la generosa invitación de David Chipperfield a participar en la Bienal de Arquitectura de Venecia de 2012, y tras una serie de divertidas peripecias, en el ángulo que se me daba en el Arsenale, decidí hacer una columna de humo blanco a la que, entre nosotros, llamábamos con un nombre que no puedo transcribir aquí. Por eso la llamo fumata blanca, que es una señal clara de que algo muy bueno ha sucedido: el que un puñado de arquitectos estupendos jóvenes, amigos míos, estén con sus dibujos en la Bienal de Venecia, junto con los dibujos de algunos maestros y genios. Proyecté un a modo de columna con una cortina de fina seda blanca fruncida que, siguiendo la forma del Glass Skyscraper de Mies van der Rohe de 1922, y los materiales del Velvet and Silk Café del maestro de 1927, debía convertirse en un recinto fascinante. Desde fuera, gracias a la que debería haber sido una muy fuerte iluminación interior de la blanca cortina de seda, se debía ver una columna de luz capaz de atraer nuestra atención. Dentro, bajo esa luz, sobre varios cubos blancos, los dibujos de mis amigos, uno por barba, con un único tema: la casa.
Allí estaban todos: los genios, los maestros y los más jóvenes. Todos magníficos arquitectos.
El tema central de la Bienal era el common ground. Y yo entendí que la Memoria era el common ground de todos los arquitectos, y de todos los creadores que en el mundo han sido. David Chipperfield me sugirió que centrara mi operación en el tema de la casa. Mi fumata blanca, conteniendo tanta y tan buena Memoria de casas, tantos y tan buenos arquitectos dibujando sobre la casa, se convertía así en lo que describe San Agustín como “amplio salón de la Memoria donde están los tesoros de las incontables imágenes de toda clase de cosas que se han ido almacenando a través de las percepciones de los sentidos”. Pues ese common ground de los arquitectos, esa Memoria, era lo que yo he querido guardar y presentar como un tesoro, dentro de mi miesiana columna blanca. Un rincón de silencio y calma en el fragor de la batalla que suponía la Bienal de Venecia.