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2018 Oct, El País, Las 24 horas españolas de Barack Obama

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2016 07 10 Con Barack Obama en Madrid

Las veinticuatro horas españolas de Barack Obama

«La gente del presidente seleccionó a los invitados entre inversores, según su nivel de intereses en Estados Unidos y su sector: Ana Botín, del grupo Santander; José María Álvarez-Pallete, de Telefónica; el financiero Óscar Fanjul, fundador del Grupo Vips; Plácido Arango y su pareja, la escultora Cristina Iglesias, en representación de las artes, y el arquitecto español Alberto Campo, porque en su juventud Obama había deseado (y, afortunadamente, descartado) ser arquitecto, y por último, el doctor José Baselga, como representante de la rama médica. Todos ellos recibieron una llamada la mañana misma del sábado:

-Si usted se encuentra en Madrid, lo invitamos a almorzar en la embajada. (…)»

James Costos: Memorias de un embajador.
EL PAÍS Semanal 2.192 Domingo, 30 de Septiembre de 2018.

 

UN ARQUITECTO EN LA MESA DE OBAMA
La significativa comida de Obama en Madrid

La comida tuvo lugar en Madrid en la Embajada de los Estados Unidos el domingo 10 de julio de 2016 a las 13,00.

En la apretada agenda del presidente Obama estaba prevista una cena, petit comité, para ese mismo día, con representantes de la cultura y la economía de España.  Los acontecimientos hicieron que se redujera la agenda presidencial y se cambió esa cena por una comida el mismo día.

La mesa era redonda, preciosamente adornada con rosas blancas. Estaba presidida por Barak Obama con Cristina Iglesias, escultora, a su izquierda y Michael Smith a su derecha. A su derecha Ana Botín, encantadora. A su izquierda Plácido Arango más que cordial. Alberto Campo Baeza, arquitecto, estaba frente al presidente. Los otros comensales eran: el embajador James Costos, buen amigo de Obama, Oscar Fanjul, presidente de Repsol, el cirujano Pepe Baselga, que vive en New York en el Up East Side, y José María Álvarez-Pallete, actual presidente de Telefónica. Y una guapa traductora que no necesitó decir ni pío.

La comida frugal y sencilla y bien condimentada, estuvo regada con buenos vinos españoles. Transcurrió todo en calma, sin prisas. Parecería que el presidente no tuviera otra cosa que hacer que hablar con sus invitados. Hablaba muy bien y escuchaba mejor. Porque este presidente escucha.

Tras un café estupendo se levantó la comida y tras las fotos de familia, se despidieron, todos cordialísimos, emplazándose hasta una pronta comida, también en Madrid, con los mismos comensales, quizás ya no en la Embajada.

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